Una respuesta apropiada
Actualizado: 4 de may de 2020
Una de las tantas definiciones de estrés es: estar frente a un estímulo
estresante, real o imaginario, y la sensación de no poder afrontarlo. ¿Es
realmente un depredador peligrando mi bienestar, o puedo desarrollar
recursos para resolver la situación?
* Dra. María Isabel Sabaté│ Médica Endocrinóloga │MN 60929
*Dra. Jennifer Longstaff │ Médica Clínica │MN 116206
Hay varias estrategias que nos permiten beneficiarnos de la respuesta al estrés. Para ello es importante comprender la concepción de nosotros como un todo, la mente y el cuerpo como una unidad, lo que pasa en nuestro cuerpo pasa en nuestra mente.
¿Por dónde empezamos? ¿Por el cuerpo? ¿Por nuestra mente? Lo cierto es que, si
consideramos a ambos como una unidad, debemos tratar todo en conjunto, y ese es el
objetivo de nuestro abordaje. Fortalecer la capacidad de bienestar mediante el
equilibrio global.
Algunas pautas básicas que podemos iniciar casi ahora:
Nuestra respiración. Es nuestra conexión constante con la Vida, nuestro cordón
umbilical. Sentir esa conexión. Respiraciones de tan solo minutos en distintos
momentos del día inducen la respuesta de relajación.
Reconocer dónde estoy. Tomarme unos minutos para determinar qué tan
amenazador es el estímulo que me está ocupando en este momento y hacer un
reconocimiento de la situación real.
Actividad física. Sin ser un gran atleta ni pertenecer a un gimnasio de
renombre. Se puede buscar movimiento en las pequeñas cosas de la vida
diaria.
La comida. Probemos alimentos diferentes y saludables. Que la comida sea un
momento para compartir lo vivido en el día, en familia o con amigos. Nos abre a
compartir algo más que un alimento.
Frenar un minuto y sentir, cómo lo rutinario puede transformarse en algo increíble,
solamente por abrir nuestros sentidos. Ampliar nuestra capacidad de asombro.
Dormir bien. Asegurarnos un sueño reparador tiene múltiples beneficios. Para
recuperar energía, consolidar la memoria, prevenir el deterioro cognitivo y
mejorar el sistema inmune.
¡A reír! La risa es una de las formas más eficientes de eliminar el estrés. Aún
gesticulando una sonrisa (sin un motivo concreto por el cual reírse) mejoran el
ánimo y el estrés. Riámonos más. Disuelve la tensión y fortalece el sistema
inmune.
La meditación. Diferentes estudios han puesto en evidencia los cambios
positivos que ejerce en nosotros. Nos conectamos con nuestra esencia.
Tomarse un tiempo para uno es saludable y necesario y por eso es fundamental hacer
por lo menos una vez por semana alguna actividad que nos divierta nos entretenga y
nos distraiga. Siempre y cuando estemos bien desde adentro, podremos estar bien
hacia fuera y para los demás.
Sociabilizar. Conectémonos con otros, con nuestra familia y amigos. Una red de
contención disminuye el estrés. El saber que no estamos solos, que tenemos en
quien confiar. Ser empáticos, comprender al otro en sus emociones y
sentimientos. La falta de empatía genera más estrés.
Sin duda estos pequeños cambios se transforman en grandes aliados.
Vivir cada momento como único que es. Percibiendo el mundo como por primera vez.
Simplificar nuestra vida. Identificar qué es prioritario.

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